Entrevista a Robert Kinnear Baxter (Espíritu atormentado), por Alix Rubio Calatayud

La entrevista de hoy es muy especial para mí, no todos los días tengo ocasión de entrevistar a un espíritu.
Pero quiero hablar con Robert Kinnear Baxter, así que voy a llamarle. Estoy segura de que no me dejará plantada. Es un espíritu, sí; pero ante todo, un caballero. Son las doce de la noche, el silencio es absoluto, todas las luces están apagadas. Sobre mi mantel con símbolos esotéricos he puesto dos velas encendidas, una varita de incienso, un mazo de cartas del Tarot, un péndulo, un vaso de excelente whisky escocés y una libreta con un bolígrafo. No sé si se manifestará físicamente o a través de la escritura automática.

Respiro hondo y le invoco.
-Robert Kinnear Baxter, ¿estás ahí? Manifiéstate, por favor.
Las llamas de las velas oscilan, el aroma del incienso se hace más potente. Barajo las cartas del Tarot
y escojo una al azar: el Loco. Muy adecuada. Robert es también un héroe solitario que siguió su camino
buscando su lugar en el mundo. Cojo el péndulo y vuelvo a llamarle. El péndulo gira sobre sí mismo con
tanta fuerza que se me cae de la mano. Una especie de brisa me rodea. No me cabe duda: Robert está aquí.
Bolígrafo en mano me preparo para escribir.
-¿Robert? ¿Quieres hablar conmigo?
Una mano en mi pelo, un beso en mi mejilla. El bolígrafo se desliza solo sobre el papel: “sí”.
-Me gustaría verte, si es posible. Por favor.
Durante unos segundos no noto ni veo nada. Espero que no se haya marchado. De repente le veo a mi
lado. Es más alto de lo que había imaginado, delgado pero fuerte. El cabello rubio le llega a los hombros. Sus ojos son grises y de mirada profunda. Va vestido con la ropa tradicional de Escocia. Le miro fijamente sin poder hablar. Él sonríe con una sonrisa matadora que descubre sus dientes blancos. Me besa la mano.
-A tus pies, señora.
-Por favor, siéntate. ¿Puedo ofrecerte algo de beber?
Mira el vaso de whisky, lo coge y lo huele.
-He adquirido forma sólida para ti. Gracias –levanta el vaso mirándome, a modo de brindis, y bebe un
trago- ¿Qué quieres saber?
-Tengo dos preguntas importantes: ¿cuándo comenzaste a soñar con Margaret? y ¿por qué te enfrentaste en un duelo con Edward Wilson?
Le oigo suspirar. Bebe otro trago y parece retirarse a su interior.
-Margaret se introdujo en mis sueños un par de años antes de mi muerte. Me gustaría poder explicar por
qué, pero ni incluso ahora lo comprendo. De repente estaba allí cada noche, llenando mi soledad y paliando mis frustraciones. Supe que era el amor de mi vida nada más verla. Supe que no podía morir antes de encontrarla. Yo entonces no tenía futuro, dependía de la buena voluntad de mi primo Henry, el que sería abuelo de Margaret. No podía ofrecerles nada a mi madre y a mis hermanas, carecía de bienes y mi primo fue frustrando todas mis ideas y proyectos. Estábamos arruinados. Henry no permitió que fuera periodista y escritor y no quiso alquilarme tierras, sabiendo que no podía comprarlas. Mamá lloraba de vergüenza y yo de impotencia. La única que me comprendía era la persona más silenciosa del castillo, la prima Lily. Ella no salía de su habitación y los demás parecían haberla olvidado. Solo yo iba a visitarla y hablar con ella. La prima Lily me hubiera ayudado económicamente de haber podido; pero no poseía nada propio excepto sus objetos personales y sus recuerdos, todo lo había heredado su hermano. Quiso darme su collar de perlas azules, regalo de su difunto prometido, para que lo vendiera y emprendiera una nueva vida en Glasgow. No acepté. Poco antes de su muerte se lo regaló a Agnes. A la prima Lily le conté mis sueños sobre Margaret, que también era una Baxter. Me dijo que a veces el futuro entra en el presente por una grieta en el tiempo. En ese momento no había ninguna joven así en la familia, ni siquiera entre los parientes tan lejanos que apenas lo eran. Su ropa me fascinaba, aquellas faldas tan voluminosas que impedían entrar de frente por las puertas. Ella misma me fascinaba. Deseaba rodear su delgadísima cintura con mis manos. Bueno, tú sabes lo que deseaba porque también has leído mi diario. Yo quería vivir largos años para encontrarla y casarme con ella. Pura locura, lo sé, yo hubiera tenido cincuenta y un años cuando ella cumplió los dieciséis y nunca me hubiera amado, a mí, al primo anciano y solterón. Porque esa era otra cuestión, ¿con quién hubiera podido casarme sin poseer más bienes que mi apellido? Margaret se convirtió en el amor de mi vida, la única mujer que amaría siempre.
»Respecto a Edward Wilson, le conocía bastante bien. Era tan condenadamente inglés, tan pagado de sí
mismo. La idea de una Escocia independiente y con rey propio le hacía reír; educadamente, cierto, pero se
reía. Bromeaba sobre mi forma de vestir, mi costumbre de hablar en gaélico. Yo me sentía escocés por encima de todo, amaba mi tierra. Renunciar a Escocia hubiera sido renunciar a mi padre y a mis ancestros. Una noche la discusión entre nosotros tomó caminos peligrosos. Le desafié a un duelo a pistola porque él no era buen espadachín. No deseaba matarle, solo darle una lección. Morimos los dos. Yo me resistí a cruzar al otro lado, tenía que encontrar a Margaret y declararle mi amor. Edward decidió volver y lo hizo en la persona de otro Edward Wilson, su sobrino. Yo rondaba por el castillo, iba de un lado para otro, y un día encontré a mi Margaret y me dejé ver en sus sueños; también hice que encontrara mi diario. Ella me quiso. Me amó con su corazón de ángel. Pero no se quedó conmigo. Hubiera tenido que morir para ser como yo. Hubiera tenido que absorber su espíritu para atraerla a mi mundo. Pero yo no era un asesino pese al desgraciado duelo. No podía matarla en este mundo para que me siguiera al otro. Hubiera sido muy egoísta por mi parte, ¿no te parece?
Así que se casó con Edward Wilson porque le amaba como a un hombre real y no una aparición. Nunca me
olvidó, de todas formas, seguí viviendo en su pensamiento más profundo.
Yo le escucho casi sin respirar. Termina su bebida y me mira.
-¿Quieres saber algo más, señora?
-Por hoy ya es suficiente, Robert. Gracias.
-¿Me permitirás que te visite alguna vez?
-Por supuesto. Siempre serás bienvenido.
Me sonríe dulcemente, vuelve a besarme la mano y se desvanece. Sí, esperaré que vuelva otra noche,
tal vez en mis sueños, y me cuente más cosas de su vida y de esa mujer solitaria que tenía un collar de perlas azules. Miro a mi alrededor sin sentir nada especial, Robert se ha marchado. Pero no para siempre.

 

¿Quieres conocer la historia de Espíritu atormentado? Mira aquí la sinopsis: https://www.kamadevaeditorial.com/libros/espiritu-atormentado/

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *