Final alternativo a Mon Petite Mon, de Noemí Quesada

Antes de que comiences a leer este relato, quiero avisarte de que contiene SPOILER. Es decir, si no has leído el libro Mon Petite Mon, de Noemí Quesada, te invito a que lo hagas antes.

Puedes encontrarlo en nuestro catálogo: https://www.kamadevaeditorial.com/libros/mon-petite-mon/

Dicho esto… Noemí nos ha propuesto un final alternativo para su tierna y maravillosa novela.

En ella, la protagonista se debatía entre dos hombres muy atractivos y por ello, en este nuevo final su decisión cambiará. ¿Quieres leerla?

¡Seguro que también te encantará!

**************************************************

Están siendo unos días duros. Marc se ha marchado para intentar llegar a un acuerdo comercial
con el gigante americano y Nicco parece haber pasado página. Dice que no va a ser mi segundo
plato ahora que «el trenzas» se ha largado. Puede que tenga razón y haya ido a buscarle solo por
eso, por miedo a verme sola. Tras mucho pensarlo le mando un mensaje a Marc:
“Hola Marc. ¿Qué tal te va por el gran continente? ¿Has conseguido entrar en el mercado o se te siguen
resistiendo?”
Tras diez minutos de espera, recibo su respuesta:
“Hola Mon. ¡Qué alegría saber de ti! Parece ser que por fin están entrando en razón estos americanos y
estamos cerrando un acuerdo. Si todo va bien, dentro de poco tendré que volver a mi tierra para preparar un envío y me preguntaba que igual puedo parar un par de días en Barcelona y hacerte una visita. Incluso, si quisieras, podrías venir conmigo a preparar ese envío. Tómalo como unas prácticas de empresa. ¿Qué me dices?
Su respuesta me hace tanta ilusión que no dudo en contestar un rotundo «aquí estaré». El tema de irme
de viaje con él ni me lo planteo, pero una fugaz visita sería la cura para todos mis males. ¿Podría vivir así?
¿Hacer mi vida normal y corriente, y aprovechar las visitas de Marc para bailar salsa y comer ceviche? Es tentador, no voy a negarlo, pero ¿qué pasa con Nicco? ¿Tan fácil voy a renunciar a él? Le cuento a Lena nuestro intercambio de mensajes y pone el grito en el cielo. Me da un sermón acerca del miedo, de la cobardía, de mis problemas para comprometerme con algo o alguien y no se puede creer que no vaya a luchar por Nicco. No quiero darlo por perdido, pero ahora mismo no estoy en condiciones de tomar una decisión. Lo mejor será esperar a que pase un poco el tiempo…
Tres semanas después
Marc y yo no hemos dejado de hablar ni un solo día y cuanto más hablamos, más me gusta. Me ha prometido que vendría lo antes posible y ese día por fin ha llegado. Es curioso cómo, a medida que iba profundizando en la relación con él, me he ido alejando de mi historia con Nicco. Supongo que el hecho de que hayamos cogido confianza más allá de la cama y la diversión, tiene algo que ver. Aunque sea a través del móvil, lo cierto es que lo siento tan cerca que casi puedo oler su exótico aroma. Nicco no ha vuelto a dar señales de vida y eso ha hecho que me enfríe aún más. No es que quiera que se arrastre por mí, pero visto lo visto, no creo que yo le gustase de verdad. Puede que sea el rencor quien habla, pero así están las cosas.
¡Estoy nerviosa! Hemos quedado en su casa, para qué andarnos con rodeos. Lo que no me imaginaba es
que se le ocurriera esperarme a la salida de Souvernirs con un enorme ramo de flores y una sonrisa aún más enorme. Ni siquiera ha pasado por el almacén y aunque temo que Elsa pueda vernos, la emoción me puede.
Me lanzo hacia sus brazos cual damisela enamorada y no dudamos en besarnos como si fuésemos una pareja más de las tantas que pasean por las calles.
—Te he echado de menos, pequeña Mon —me sonríe consiguiendo que se me olvide todo el mes que ha
estado fuera.
—Y yo.
—Son para ti —me entrega las flores—. Ya sabes que me gustan las sorpresas.
—Puedes sorprenderme así las veces que quieras —le sonrío.
Caminamos en dirección a su casa sin dejar de hablar, como si no nos hubiésemos contado ya media vida
por teléfono. Cuando llegamos, veo que Marc tiene la comida lista, la mesa decorada y que vuelve a sonar
su música por todas partes. Esa mezcla de ritmos latinos que hace que nos peguemos el uno al otro como si de dos imanes se tratase. Pasamos directos a la cama, sabía que no tendría escapatoria si me encerraba aquí con él. Nos hemos devorado, nos hemos sentido, hemos vuelto a conectar la piel después de tantos días de ausencia. Necesitábamos el contacto, la proximidad, los besos, las miradas… Yo necesitaba esto y juraría que él también. La comida transcurre entre risas y caricias. Marc vuelve a decirme que cada vez le pesa más viajar solo y vuelve hacerme la pregunta que hace un mes ni siquiera tuve en cuenta.
—¿Por qué no te vienes conmigo? —susurra cogiéndome de la mano—. No me contestaste en su momento, pero quería preguntártelo en persona.
—No puedes estar hablando en serio…
—¿Por qué no? ¿Qué te ata aquí? Podría enseñarte mi mundo, el mundo entero. Sé que nos llevaríamos bien y sé que me has echado de menos tanto como yo a ti. No eres un capricho, Mon. Me gustas mucho y estos días lejos de ti no han hecho más que aumentar ese sentimiento. Podríamos intentarlo, deberíamos
darnos esta oportunidad.
—Pero… Tú no eres hombre de una sola mujer, me lo has dicho varias veces. ¿Qué ha cambiado? ¿O acaso piensas que yo voy a aceptar eso?
Marc se pone muy serio y cuadra los hombros antes de hablar.
—Mira, sé cómo he sido de aquí para atrás y sé lo que llevo sintiendo desde que te conocí. Al principio quise pensar que solo eras una más, que lo nuestro no tenía futuro, pero de repente me he visto creando ese futuro, imaginándote a ti en él, estrujándome el cerebro para conseguir que todas la piezas encajen,
que tú encajes en mi vida. No me había pasado esto jamás y solo por eso deberías decir que sí.
—¿Me estás chantajeando? —le digo sin poder ocultar mi sonrisa.
—Puede… A veces hay que recurrir a las malas artes para lograr tu propósito. En el amor y en la guerra todo vale, ¿no?
El debate acerca de eso nos lleva un buen rato, porque no, no todo vale, pero entiendo lo que quiere decir. Marc me enseña fotografías de sus viajes, de Madagascar, de sus cafetales y sé que no puedo rechazar algo así. Quiero darme esta oportunidad.
Lena se pone echa un basilisco, pero se convierte en un mar de lágrimas con la despedida, unos cuantos días después.
—Es hora de volar, mon petite Mon. Lejos de mi cobijo, de todo lo que conoces. Es hora de salir al mundo,
valiente. Es hora de vivir.
MON PETITE MON
(final alternativo)
relato de NOEMÍ QUESADA*
*

Recuerda que puedes leer el libro en  https://www.kamadevaeditorial.com/libros/mon-petite-mon/

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *